El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, ordenó diáconos a Francisco Javier Alegre, Víctor Abelardo Benítez y Leandro Germán Kuchak. La celebración tuvo lugar en la noche del viernes 5 de abril en la catedral de San José, en Posadas
En una misa presidida en la catedral San José por el obispo de Posadas,
monseñor Juan Rubén Martínez, y concelebrada por gran parte del clero diocesano, el 5 de abril fueron ordenados diáconos Francisco Javier Alegre, Víctor Abelardo Benítez y Leandro Germán Kuchak. Acompañaron esta gran fiesta diocesana los diáconos permanentes, las familias, miembros del seminario y todo el pueblo de Dios.
Al iniciar la celebración, monseñor Martínez agradeció a Dios por la buena noticia del ministerio y la mansedumbre de los seminaristas a decir que sí al llamado del Padre que siempre toma la iniciativa pero es paciente en la respuesta. Fue una ceremonia muy cercana y con la alegría del constante encuentro.
Las familias de los seminaristas llegaron desde diferentes partes del país para acompañar este momento tan especial. "Agradecemos a Dios por esta buena noticia, este momento tan especial que estamos compartiendo como familia diocesana", fueron algunas de las palabras del obispo.
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En su homilía, monseñor Martínez expresó una profunda acción de gracias a Dios por el ministerio, por el sí de los jóvenes.
"Queremos agradecer de manera especial a los diáconos permanentes por estar aquí presentes, a los sacerdotes, a la vida consagrada y a todos los que estamos aquí para ser testigos de este momento. Estas cosas van constituyendo nuestra historia como cristianos y como familia diocesana. Hoy ellos tres van a recibir el sacramento del orden sagrado", manifestó.
"Estos tres jóvenes se van a identificar con Cristo servidor, sabemos que este es un sacramento que imprime carácter, como cuando recibimos el sacramento del bautismo o la confirmación, recibimos la gracia y eso queda marcado para siempre. Ellos ya experimentaron este llamado al Orden Sagrado, en esta oportunidad al diaconado. Es bueno recordar que los sacerdotes somos diáconos permanentes, siempre tendremos que identificarnos a Cristo servidor. Ellos al recibir este sacramento ya forman parte del clero", explicó.
"En ellos Dios fue obrando. Ellos experimentaron el llamado de Dios y todos también lo experimentamos como cristianos. Como pueblo de Dios todos tenemos un llamado, ese llamado tiene la peculiaridad de que es siempre una iniciativa de Él. Sin lugar a dudas Él es el que inicia el llamado y nosotros lo identificamos, aunque muchas veces somos reticentes".
"En el proceso de vocación nosotros vamos sintiendo la gratuidad de la gracia: cuando el Señor los llamó no eran chicos perfectos sino que el Señor los fue moldeando. Es una historia de amor, ir perfeccionando a cada uno, dejando de lado las cosas que son tentaciones o que nos hacen mal. Nosotros, todos, estamos respondiendo a Jesús en el servicio, vamos en contra de lo que propone la sociedad", señaló.
"El llamado es una vocación experimentada en el amor a nosotros, a Dios y a los demás. El experimento de tener y sentir el amor. El Señor nos enseña a servir, es el que nos enseña a servir a los cristianos. Es el mensaje de Jesús para el mundo", aseguró.
"Cuando uno mira los contextos diarios es tan difícil ver el amor de Dios... Allí a veces podemos ver que nos hace mal, que lo usamos mal, que muchos lo usan para enriquecerse en vez de ayudar a los demás. Cuando no servimos en el hermano y en los demás, en realidad no servimos", advirtió. "Cuánto bien nos hace entendernos y llamarnos a ser servidores. Cuando nos amigamos con Jesús empezamos a servir", afirmó.
Finalmente, haciendo referencia a la reciente exhortación apostólica "Cristo Vive", escrita por Francisco después del Sínodo de los Jóvenes del año pasado, recordó la necesidad de "aprender a ser más servidores".
"Los jóvenes reclaman una iglesia que escuche más, que no se pase condenando al mundo. No quiere ver una Iglesia callada y tímida. Pero tampoco la quiere una Iglesia en guerra ,y para ser creíble necesita recuperar la humildad y la sencillez".
"Escuchar es un servicio, porque hay tantos dolores? Una Iglesia que pierde a la juventud se convierte en un museo. Aunque tenga la verdad del Evangelio no quiere decir que lo haya entendido, sino que deberá ponerlo en práctica. Necesitamos tomar una actitud de una Iglesia servidora. Que salga a servir en lo geográfico pero de manera especial en lo existencial. Servir es amar, el que ama sirve. Pidamos por los chicos y que el Señor les dé la gracia al recibir el orden sagrado", concluyó.+