El obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Martorell, indicó que la liturgia del primer domingo cuaresmal señala que el desierto es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios, y ayudan a rechazar las tentaciones del demonio, como Jesús en el desierto, y a reforzar la fidelidad en el Señor, como el antiguo pueblo de Dios durante 40 años en el desierto y los mártires en el nuevo pueblo de Dios.
El obispo de Puerto Iguazú,
monseñor Marcelo Raúl Martorell, manifestó que las lecturas del primer domingo de Cuaresma señalan que el desierto es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios, y contribuyen a rechazar las tentaciones del demonio, como lo hizo Jesús en el desierto, y a reforzar la fe y la fidelidad en el Señor, al igual que el antiguo pueblo de Dios en su peregrinación de 40 años por el desierto, y los mártires en el nuevo pueblo de Dios.
"Así como Jesús -explicó el prelado- fue llevado por el Espíritu al desierto, somos convocados los cristianos en este domingo a vivir un momento de intensa oración, porque el desierto -según la Sagrada Escritura- es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Para Israel que se encontró con el Señor en su peregrinaje por el desierto; para Elías donde transcurrió cuarenta días; para el Bautista que se retiró a vivir en el desierto; para Jesús que se retiró durante cuarenta días al desierto para orar, desierto que no se convierte para él solamente en lugar de encuentro con Dios, sino en lugar de lucha contra las tentaciones del demonio.
Para destruir las tentaciones -sostuvo monseñor Martorell- hay que tener la actitud de Jesús: "Adorarás al Señor tu Dios y a él solo rendirás culto"; hay que estar dispuesto a no renunciar al Señor para poder rechazar toda proposición que impida reconocer y servir a Dios como único Señor. Toda ambición terrena que nos separe del Señor, no viene de Dios y por eso es necesario estar dispuesto en la intimidad del corazón a servir al Señor y solo a él darle culto.
"El concepto de fidelidad al Señor en la liturgia de este domingo -prosiguió monseñor Martorell- se desarrolla en las dos primeras lecturas de las cuales una nos presenta la profesión de fe del antiguo pueblo de Dios y la otra la del nuevo pueblo. Habiendo llegado a la Tierra Prometida todo hebreo debía presentar a Dios las primicias de su cosecha pronunciando una fórmula que sintetizaba la historia de Israel en tres puntos, la elección de los Patriarcas, el desarrollo del Pueblo en Egipto y su Éxodo y finalmente el regalo de la Tierra Prometida; de esta manera el israelita piadoso reavivaba su fe en Dios, su adhesión personal y su deseo de servirle y rendirle culto".
Igualmente aunque en otro contexto, San Pablo invita al cristiano a una profesión de fe. "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo". Esta confesión exige un doble acto; el interior: confesar con la mente y el corazón la realidad de que Cristo es el Señor y nos salva, y el exterior: profesión pública de la fe mediante la participación litúrgica, en el mundo, y en el propio medio ambiente, como lo hicieron los mártires".+