El obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi, ordenará diácono al seminarista José Pedraza. La celebración será el 8 de marzo a las 19 en la catedral Santo Domingo de Guzmán. El nuevo diácono, de 31 años, es oriundo de Henderson y ex policía.
El obispo de Nueve de Julio,
monseñor Ariel Torrado Mosconi, ordenará diácono camino al sacerdocio al seminarista José Pedraza, de 31 años, oriundo de la localidad de Henderson. La celebración será el 8 de marzo a las 19 en la catedral Santo Domingo de Guzmán.
El diácono tiene entre sus funciones predicar, anunciar el Evangelio y asistir en el altar; bautizar; distribuir la comunión y presidir la celebración del matrimonio. Además lleva la Eucaristía a los enfermos en peligro de muerte, aunque no administra el sacramento de la reconciliación ni la unción de los enfermos.
José Pedraza proviene de una familia católica no practicante de la localidad bonaerense de Henderson. Al finalizar sus estudios secundarios comenzó el profesorado de Geografía y posteriormente ingresó a la Escuela de Policía Rosendo Matías, en la ciudad de La Plata. Tras recibirse, ejerció esa función como miembro del Grupo de Apoyo Departamental (GAD) en Pehuajó durante tres años.
En 2010 decidió dejar la fuerza policial y, al año siguiente, ingresó al seminario de Mercedes en donde cursó sus primeros años de formación sacerdotal.
Hasta entonces desempeñó tareas pastorales en el Hogar de Cristo de Nueve de Julio (centro de prevención de adicciones). Durante su diaconado brindará su servicio pastoral en la ciudad sede de la diócesis de Nueve de Julio.
"La experiencia policial fue maravillosa. Fue parte de mi historia de salvación", aseguró Pedraza. Reconoce que allí aprendió "sobre el compromiso, la responsabilidad y el mundo de la calle".
"Dios me regaló este tiempo para crecer en muchas cosas. Aún hoy escucho un móvil y me pongo como loco (sic) porque el uniforme me llama? Pero no dejé la policía porque no me gustó sino porque tuve un llamado mucho más pleno", explica.
El cambio radical fue y es aún difícil de explicar. Y para muchos de comprender. "Parece incomprensible pero, en esencia, los dos cuidan. La función del policía es proteger al ciudadano y a la comunidad. La del sacerdote, cuidar y velar por los fieles y por los más débiles", compara.
El futuro sacerdote sabe bien dónde está parado y comprende la reacción de los otros. "La gente queda con la boca abierta y me interroga: "¿Cómo? ¿De cana a cura?", sonríe.
El choque de los dos mundos hace inevitable preguntarle cómo es posible amalgamar la violencia, la inflexibilidad y la justicia terrenal con la misericordia y la compasión. "Detrás de cada persona hay una historia, hay una vida (no defiendo los hechos delictivos) pero sí hay que tener en cuenta el contexto. Esa es justamente la mirada distinta que uno tiene como hombre de Dios que como policía no se tiene", considera el joven.
"Hay que tener una visión de las circunstancias de la persona humana. No hay que concentrarse sólo en el hecho. Perdón, en el pecado". Así rápidamente se corrige tras advertir que en su vocabulario todavía quedan rastros de la jerga policial.
Su formación y experiencia previas dejaron huellas indelebles. Tal vez esa es justamente la causa por la que siente que su misión pastoral debe volcarse al mundo de las patrullas, de las armas y de las esposas. "El ambiente policial es un poco complicado", reconoce. "Allí no se habla ni de Dios ni de la Virgen. Por eso me encantaría hacer un trabajo conjunto con la policía. Estuve del lado de adentro y sé lo que viven y tengo sus mismos códigos. Me gustaría acercarme con una mirada consoladora y conciliadora. Una mirada de fe y una mirada trascendental ayudaría mucho al policía", agrega.
Sabe a ciencia cierta que la tarea no será fácil en muchos aspectos y que tal vez, por ejemplo, deberá enfrentarse como sacerdote a alguien que él mismo apresó. El miedo no lo amedrenta. Ve, en cambio, a esa hipotética circunstancia como un verdadero desafío para servir a los hombres, aunque desde un nuevo lugar.
José tiene la convicción de que "cuando uno encuentra el camino que Dios tiene planeado para él, se logra la felicidad plena". Por eso aguarda con entusiasmo el próximo 8 de marzo en que será ordenado diácono, un paso intermedio hacia el sacerdocio y cuya finalidad principal es el servicio a los más necesitados de la sociedad.
Respecto de sus expectativas para esta nueva forma de vida, José lo resume así: "Siento un llamado especial, como dice nuestro querido papa Francisco, por las periferias geográficas y existenciales. Quiero salir al encuentro de todas las personas, con mi alegría y mis palabras, con mi experiencia de vida y con mi acción. Jesús nos espera en el anciano, en el enfermo, en el pobre, en el niño y en el joven. Y yo quiero ir, como parte viva y presente de la Iglesia, hacia todos ellos", concluyó.+