"Bendito sea Dios por esta presión porque nos permite sacar afuera lo que no corresponde al mensaje del Evangelio", dijo el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, en una video entrevista que brindó al espacio "Compartiendo la Vida" del arzobispado sobre la reciente cumbre sobre los abusos que se realizó en el Vaticano.
El arzobispo de Corrientes,
monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, brindó una video entrevista al espacio "Compartiendo la Vida" del arzobispado, en la que expresó su opinión sobre la reciente cumbre sobre los abusos que se realizó en el Vaticano, y la situación de la Iglesia particular de Corrientes.
Al comenzar la entrevista, admitió que el caso de los abusos tiene una "dimensión universal y global" en la sociedad humana y, al mismo tiempo, un impacto fuerte en toda la Iglesia. "Bendito sea Dios, que esto está tomando dimensiones, en vistas a ser consientes a la realidad del tema, que tiene muchos años y que va a saliendo a la luz progresivamente".
Lo denominó como un tema "gravísimo", una "aberración" que han cometido ministros de la Iglesia. Pero que, en estos tiempos, "es una toma de conciencia porque se le da voz a las víctimas. Es ahí donde nosotros y la sociedad toma dimensión de la gravedad del daño que produce el abuso sexual, que toca la integridad de la persona, la afecta y la daña prácticamente para toda la vida", sostuvo el arzobispo.
Sin embargo, recordó que el tema no es nuevo en la Iglesia: "Desde el año 2010 hay un documento, un motu proprio, que da orientaciones muy concretas a toda la Iglesia para enfrentar estas situaciones. En 2013, la Iglesia Argentina se hace cargo de esas orientaciones de la iglesia universal y las elabora en las líneas guías para tratar el tema de abusos de menores y personas vulnerables, las cuales incluyen un cuerpo jurídico y un cuerpo pastoral", explicó.
Monseñor Stanovnik detalló que, en Corrientes, desde octubre de 2018 un equipo de profesionales se encuentra elaborando un protocolo en vistas a la prevención y la actuación en casos de denuncias y delitos de esta naturaleza. "El compromiso es estudiarlo y apropiarnos ese protocolo en las diversas áreas de expresión de nuestra Iglesia particular. Se comenzará a trabajar con los presbíteros y los diáconos permanentes, luego lo estudiaremos en las comunidades educativas que están a cargo de la arquidiócesis, y con los agentes de pastoral que trabajan con menores, para que todos lo conozcan a fondo y podamos cuidar a la niñez, confiada a nosotros en diversas actividades".
El prelado correntino admitió que la Iglesia debe hacer un mea culpa, "pero hay que tener en cuenta que 40 o 50 años atrás las voces de las víctimas no estaban". "Hay que juzgar de acuerdo a las circunstancias, y administrar una justicia equitativa. Hoy tenemos que asumir la falta de conciencia que teníamos como Iglesia, una grave carencia", asumió.
"Bendito sea Dios por esta presión porque nos permite sacar afuera lo que no corresponde al mensaje del Evangelio. Dios, en Jesús, se mostró como Dios amor y nos dio una dignidad. Solo desde el mensaje del Evangelio, Jesús muerto y resucitado, comprendemos las dimensiones extraordinarias que le dio este acontecimiento a la dimensión humana. Por eso, cuando se viola la condición de una persona, sea sexual, espiritual o social, es un pecado gravísimo. Es una blasfemia porque se daña la imagen de Dios en el individuo", indicó monseñor Stanovnik.
Sobre la perseverancia de los fieles en la Iglesia ante estas circunstancias, el arzobispo de Corrientes expresó: "Lo primero que expresamos públicamente los cristianos cuando nos reunimos a orar en la misa es el perdón. Y esto no es una expresión formal parte del ritual, sino que pedimos perdón por pecados reales. Si esto se convierte en una fórmula, seguro que los pecados reales nos abrumarán y dejarán perplejos", advirtió. Pero, "estas culpas tienen nombre y se escuchan gritos. Es un desafío a la fe poder pedir perdón a Dios y a convertir nuestra vida", manifestó.
Y completó la idea: "El pecado, reconocido y llorado, aumenta la fe. Pero hay que orientar bien la mirada hacia el amor de Dios: así quedamos liberados. En cambio, si no está bien orientada, puede llevar a la desesperación: el pecado aísla y lleva a cerrarse o a decisiones extremas". "El pecado nos ayuda a reconocer nuestra poca cosa, nuestra debilidad y nuestra necesidad de tomarnos de la mano de la Virgen de Itatí para que nos lleve hacia Dios".
Al concluir, reconoció que "estas turbulencias en la Iglesia no son nuevas, pasaron muchísimas. Ojalá que nos ayuden a descubrir que el Señor está acompañando la barca de la Iglesia. Él prometió que las puertas del infierno no prevalecerán porque Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo", dijo al finalizar.+