El texto evangélico leído el 6° domingo del año litúrgico "durante el año", trae la versión de las Bienaventuranzas según el evangelista Lucas, las que "nos ponen frente al tema de la esperanza cristiana, virtud teologal infundida por Dios en nuestra alma el día del bautismo", según explicó el obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Martorell.
El texto evangélico leído el 6° domingo del año litúrgico "durante el año", trae la versión de las Bienaventuranzas según el evangelista Lucas, las que "nos ponen frente al tema de la esperanza cristiana, virtud teologal infundida por Dios en nuestra alma el día de nuestro bautismo", según explicó el obispo de Puerto Iguazú,
monseñor Marcelo Raúl Martorell.
El prelado agregó: "Así como el amor es la culminación de la fe, la esperanza es la prolongación del amor. La esperanza cristiana es la expectativa del cristiano frente a la vida y encierra una riqueza magnífica porque nos hace esperar con confianza en quien dio la vida por nosotros. La esperanza cristiana nos lleva a poner nuestra confianza en Aquel que nos amó hasta el fin y que prometió estar con nosotros hasta el final de los tiempos. Por lo tanto, los cristianos no podemos poner toda nuestra confianza en nosotros mismos, en otros hombres, ni en las cosas puramente materiales".
"La esperanza cristiana -prosiguió monseñor Martorell- se arraiga en Cristo resucitado. La esperanza cristiana va mucho más allá de los límites de la vida terrena y alcanza la eterna. La angustia y la desesperación en la que caemos muchas veces son contrarias a la esperanza cristiana y esto porque no hemos tomado conciencia de lo que mora en nuestra alma como una virtud. La felicidad eterna supera los límites de la felicidad humana; no está en contra de ella, pero no quiere que el hombre asiente toda su vida en las cosas pasajeras".
"En este domingo Cristo nos habla de las bienaventuranzas y con este espíritu se han de entender", señaló el obispo de Puerto Iguazú. "Las bienaventuranzas exceden cualquier perspectiva de seguridad y felicidad terrena. Jesús no está en contra de esta felicidad, pero no quiere que anclemos en ella toda nuestra vida. Con las bienaventuranzas, Jesús ha cambiado la valoración de las cosas humanas. Éstas nos hacen colocar el corazón del hombre frente a lo divino y sobrenatural; no se quedan en el dolor o el placer inmediato y transitorio, sino según el gozo futuro. Son ellas un plan de vida para el cristiano, un camino que el creyente ha de recorrer para ganar la vida eterna. Ellas están cargadas de la esperanza futura del Reino de Dios".
"Dichosos los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son odiados por los hombres. No son estas realidades las que hacen dichosos a los hombres ni le dan derecho al Reino de Dios, sino la aceptación de estas privaciones y sufrimientos en Dios. Es decir cuando el hombre se abre más a la confianza en Dios y en Él pone su esperanza", concluyó monseñor Martorell.+