El obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Martorell, compartió con la comunidad diocesana sus reflexiones sobre la liturgia del pasado domingo, 10 de febrero, en la que se presenta la vocación de tres grandes figuras de la Escritura: Isaías, Pedro y Pablo.
El obispo de Puerto Iguazú,
monseñor Marcelo Raúl Martorell, compartió con la comunidad diocesana sus reflexiones sobre la liturgia del pasado domingo, 10 de febrero, en la que se presenta la vocación de tres grandes figuras de la Escritura: Isaías, Pedro y Pablo.
En el caso de Isaías, el mismo profeta relata que vio al Señor "sentado en un trono excelso y elevado" y en torno a Él los serafines se postraban en adoración cantando: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del Universo". Ante tal grandeza Isaías tiembla, se siente impuro e indigno de estar frente al Señor. Pero cuando siente la voz del Señor que le dice: "¿A quién enviaré y quién irá de nuestra parte? no duda un instante y responde: "Aquí estoy, Señor, envíame".
La llamada a Pedro acaeció en el lago, en un contexto muy sencillo y humano. La escena es, sin embargo, interesante. El Señor le ordena a Pedro echar las redes. Pedro le responde: "Señor hemos estado toda la noche tratando de hacer algo y no hemos pescado nada, pero si tú lo dices echaré las redes. La obediencia al pedido del Señor rinde sus frutos. Fue tal la pesca, que se rompieron las redes y llenaron las dos barcas. Ante esto Pedro cae de rodillas y le dice al Señor: "Aléjate de mí Señor porque soy un pecador". Pedro se humilla, pide humildemente que el Señor se aleje, pero a este acto de reconocimiento de la vida de Pedro, sigue la llamada definitiva: "No temas Pedro, desde ahora serás pescador de hombres". Fue inmediata la respuesta de Pedro y sus compañeros: "llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron al Señor".
También Pablo, en el conocido episodio del camino de Damasco -donde fue llamado- quedó consternado, de tal forma que se considera como un aborto, sin embargo su respuesta es plena y puede atestiguar que la gracia de Dios no fue en él estéril.
Tres vocaciones diferentes para un mismo fin: llevar al Señor al mundo. Pero los tres tienen una misma actitud, humildad, disponibilidad y obediencia a la gracia del Señor. El Señor sigue llamando y pide que la comunidad ore por aquellos que Él llama, pues el mundo necesita de la Eucaristía y del misterio de su misericordia en el perdón de los pecados. Sin embargo hoy nos atraen otras cosas del mundo y no somos capaces de responder cuando el Señor nos llama. Nos falta fe y la certeza de saber que el mundo no se salva por sí mismo, que es el Señor de la vida y de la historia, el que nos da la salvación.+