El papa Francisco presidió esta tarde, la ceremonia de bienvenida y apertura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Unos 250.000 jóvenes, con algarabía música y danzas recibieron al Santo Padre en el Campo Santa María La Antigua, en la Cinta Costera, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad de Panamá. El pontífice los animó a "no tener miedo" y les pidió que "vayan adelante con esa energía renovadora, alegres y disponibles para ser más testigos del Evangelio".
El papa Francisco presidió esta tarde, la ceremonia de bienvenida y apertura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Unos 250.000 jóvenes, con algarabía música y danzas recibieron al Santo Padre en el Campo Santa María La Antigua, en la Cinta Costera, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad de Panamá.
El pontífice los animó a "no tener miedo" y les pidió que "vayan adelante con esa energía renovadora, alegres y disponibles para ser más testigos del Evangelio".
Vayan adelante, les dijo Francisco, "no para crear una Iglesia paralela un poco más "divertida" o "cool" en un acontecimiento para jóvenes, con algún que otro elemento decorativo, como si a ustedes eso los dejara felices. Pensar así sería no respetarlos y no respetar todo lo que el Espíritu a través de ustedes nos está diciendo. ¡Al contrario! Queremos reencontrar y despertar junto a ustedes la continua novedad y juventud de la Iglesia abriéndonos a un nuevo Pentecostés".
El pontífice recordó el reciente Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes animándolos a "testimoniar anunciando al Señor en el servicio a nuestros hermanos; servicio concreto".
A continuación, el Papa reconoció el esfuerzo y sacrificio realizado por los jóvenes para poder participar de esta Jornada, al igual que el camino de preparación que realizaron: "muchos días de trabajo y dedicación, encuentros de reflexión y oración hacen que el camino sea en gran medida la recompensa. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo de arriesgar y ponerse a caminar. Esa es su mayor alegría, estar en camino", les dijo.
"Venimos de culturas y pueblos diferentes, hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes", indicó seguidamente Francisco, pero todas las cosas que pueden diferenciarnos, subrayó, "no impidió poder encontrarnos y sentirnos felices por estar juntos. Eso es posible porque sabemos que hay algo que nos une, hay Alguien que nos hermana".
"Ustedes, nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, escuchando la misma música o llevando la camiseta del mismo equipo de fútbol. No, eso no. La cultura del encuentro es un llamado e invitación a atreverse a mantener vivo un sueño en común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos".
Un sueño llamado Jesús
Francisco dijo a los jóvenes que "ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el tuyo y en el mío, a la espera de que encuentre espacio para crecer y desarrollarse. Un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que los escuchamos: «Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes", expresó exultante el pontífice.
El Amor que nos une
"¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué nos mueve a encontrarnos?", preguntó el Papa a los jóvenes y respondió: "La seguridad de saber que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y no podemos callar y nos desafía a responder de la misma manera: con amor. Es el amor de Cristo el que nos apremia", expresó.
Un amor que no "patotea" ni aplasta, un amor que no margina ni calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, amor cotidiano, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que sana y levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación más que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro más que de pasado. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega que no se pavonea.
"¿Creés en este amor? ¿Es un amor que vale la pena?", preguntó el pontífice y explicó que fue esa la misma pregunta e invitación que recibió María. El ángel le preguntó si quería llevar este sueño en sus entrañas y hacerlo vida, hacerlo carne. Ella dijo: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra». María se animó a decir "sí". Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y es lo mismo que el ángel te quiere preguntar a vos, a vos, a mí: ¿querés que este sueño tenga vida? ¿Querés darle carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados y pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar al corazón?.
Francisco concluyó animando a responder a esa invitación como María: "he aquí los siervos del Señor, hágase?" y los invitó a rezar juntos: "Señor, enséñame a amar como tú nos has amado".
El discurso del Papa terminó agradeciendo al arzobispo de Panamá, monseñor Ulloa y a todo el equipo organizador de la jornada por su trabajo y dedicación para que la JMJ fuese una realidad. "Que Panamá sea un canal donde el Señor se irradie a todos los lugares de la tierra. Que Santa María la Antigua los acompañe y los cuide".+
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