El obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, utilizó el relato evangélico del domingo 20 de enero para reflexionar desde tres claves: cristología, mariología y sacramental matrimonial. De este modo, sus tres puntitos se centraron en el vino, María como intercesora y el equilibrio.
Monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata, reflexionó con sus habituales tres puntitos sobre el relato evangélico del domingo 20 de enero. Cristología, mariología y sacramental matrimonial fueron las claves de su prédica, junto con el vino transformador, la intercesión de María y la importancia del equilibrio entre unidad y diversidad, a través del Espíritu Santo.
Jesucristo: transforma el agua en ?vino? de nuestra vida
El obispo marplatense recordó la simbología del vino en la tradición judía como fiesta, banquete y alegría. En el Antiguo Testamento, "el reino de los cielos muchas veces se simboliza con una fiesta en la que hay buen vino", describió. De este modo, "transformar el agua en vino simboliza el paso de lo antiguo a lo nuevo, de una vida aguada a una vida marcada por el vino bueno". Y definió a Jesús como "el vino nuevo", "la presencia alegre y fecunda de Dios, en medio de los seres humanos en todas las circunstancias de su vida".
María: madre e ?intercesora? ante Dios
En el segundo punto, monseñor Mestre se detuvo en el papel de María, que adquiere "un papel relevante", por ser "intercesora ante Dios" y "adelanta" la hora de la revelación de Dios con su fe. Ella "participa de manera especialísima en el misterio de Dios y por eso es Madre nuestra e intercesora en medio de las súplicas". El prelado invitó a mirar a María y a "valorarla en nuestro camino espiritual".
Espíritu Santo: garantía de ?equilibrio? entre la unidad y la diversidad
En el último punto, centrado en el Espíritu Santo, el obispo de Mar del Plata recordó las situaciones de conflictos y enfrentamientos que existen en diversos ámbitos sociales: "Los vínculos del tejido social se muestran enfermos y no es fácil encontrar una solución permanente". De hecho, "los mismos discípulos del Señor participamos, de una u otra forma, de esta debilidad".
Por este motivo, el obispo citó la segunda lectura de San Pablo: "El Espíritu Santo el que obra en nosotros para superar toda división, todo problema vincular dándonos el equilibrio de vivir en la auténtica unidad, pero respetando la legítima diversidad". "Este es el camino que debemos buscar ante nuestros conflictos y enfrentamientos en la familia, los grupos y el ambiente," recomendó monseñor Mestre.
"Llevar a adelante la unidad sin tener en cuenta la diversidad rompe el diálogo, el respeto y se cae en el uniformismo que agobia y hasta en el autoritarismo. Llevar adelante la diversidad sin tener en cuenta la unidad rompe los vínculos, genera disolución y anarquía donde cada uno hace lo que ?se le canta? sin tener en cuenta la realidad del otro. El Espíritu Santo en nuestra vida es garantía de equilibrio entre unidad y diversidad", concretó.+