"Desde el principio de la humanidad, después del pecado de nuestros padres -expresó el obispo de Puerto Iguazú al reflexionar sobre el tiempo de espera que significa el Adviento-, la humanidad entera espera la salvación, ser sacados del pecado y de la muerte y sabiéndose débil e incapaz de hacerlo por sí mismo, el hombre -la humanidad entera- espera el Salvador prometido por Dios".
"Desde el principio de la humanidad, después del pecado de nuestros padres -expresó el obispo de Puerto Iguazú,
monseñor Marcelo Martorell, al reflexionar sobre el tiempo de espera que significa el Adviento-, la humanidad entera espera la salvación, ser sacados del pecado y de la muerte y sabiéndose débil e incapaz de hacerlo por sí mismo, el hombre -la humanidad entera- espera el Salvador prometido por Dios".
Y añadió: "Los Profetas lo anunciaron a lo largo de la historia de la salvación, lo proclamaron y esperaron los Reyes de Israel. Los Profetas no tuvieron retaceos en el anuncio del Salvador.
"La realización de este gran acontecimiento, que se llevó a cabo en la historia y en el tiempo por la intervención de Dios, el Espíritu Santo y la aceptación de la Virgen María, es uno de los puntos focales del Adviento. La venida del Salvador nos hace esperar a Jesucristo Señor de la historia que por el misterio de la liturgia y del Espíritu nace de nuevo, quien ya nació de una vez para siempre, con el fin de hacernos por la espera del Señor más semejantes a él, identificándonos con él a través de las obras de la caridad, la justicia y el amor".
"El otro punto focal del Adviento -señaló el obispo- es la venida del Señor que prometió que al final de los tiempos vendría para el juicio definitivo. Toda la Iglesia vive en esa espera. Cada día, en cada Eucaristía grita diciendo: ¡Ven, Señor Jesús! La Iglesia nos exhorta a vivir en un continuo adviento, a transformar nuestro corazón en un corazón semejante al de Jesucristo, viviendo en la caridad y cumpliendo los mandamientos, porque no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor en su gloria, y ciertamente que vendrá".
Finalmente monseñor Martorell indicó que "esta espera, a la que nos invita el Adviento y en la que la Iglesia nos exhorta a la penitencia y a la oración, no es para que llenemos el corazón de temor y menos aún de miedo, sino que es la advertencia de que esta vida no es la definitiva y que esta ciudad terrena no puede ser el final de nuestra meta. La Iglesia quiere que nuestro corazón, lleno de esperanza, perciba la alegría del encuentro definitivo con el Señor que vendrá en la plenitud de su gloria, pero también de su amor".
"Esperemos la Navidad con espíritu cristiano, de manera que si viene el Señor nos encuentre haciendo el bien y amando a nuestro prójimo", concluyó monseñor Martorell.+
Texto completo de la homilía