Mons. Fazio: Cristo murió en la cruz para darnos la libertad
- 27 de noviembre, 2018
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Buenos Aires (AICA)
Tras participar en Roma del Sínodo de los jóvenes el vicario general del Opus Dei, Mons. Mariano Fazio, vino a la Argentina para presentar su libro "El último romántico. San Josemaría en el siglo XXI", en el que traza algunos rasgos de la personalidad del fundador del Opus Dei y explica por qué lo llama el último romántico. En un reportaje de Roberto Bosca, Fazio explicó por qué escribió el libro e incursionó en el difícil momento por el que atraviesa la Iglesia.
Tras participar en Roma, donde reside, del Sínodo sobre los jóvenes, el vicario general del Opus Dei, monseñor Mariano Fazio, viajó a la Argentina para presentar su libro "El último romántico. San Josemaría en el siglo XXI", en el que traza algunos rasgos caracterizantes de la personalidad del fundador del Opus Dei, entre ellos su apasionado amor al mundo como escenario de la vida cristiana, y explica por qué lo llama el último romántico, en referencia a su amor a la libertad.
Al término de la presentación, en un reportaje concedido a Roberto Bosca, monseñor Fazio explicó por qué escribió el libro e incursionó en el difícil momento que vive la Iglesia. No dejó tampoco de expresar su visión sobre la ecuación verdad-misericordia, que produjo en los últimos tiempos cierta controversia respecto de su encaje en la vida cristiana. Fazio es argentino, posee una vasta producción historiográfica publicada en diversos países y es hoy el vicario general de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.
-¿Qué lo llevó a escribir este libro? ¿Pensó en poner de relieve algo especial de la personalidad de san Josemaría?
-La ocasión inmediata fue el 90 aniversario de la fundación del Opus Dei. Con ese aniversario en el horizonte quise releer cartas y textos de san Josemaría para profundizar en su mensaje y meditar sobre el carisma fundacional.
En esa lectura más sistemática me impactó lo fácil que resulta sintonizar con su espíritu, porque en el fondo es un mensaje muy pegado al Evangelio y, a la vez, adherido a las circunstancias de la vida ordinaria de un ciudadano del siglo XXI, que se desarrollan entre el trabajo, la familia, los compromisos sociales, el entretenimiento.
De modo especial, fui subrayando algunos aspectos de su mensaje que me parecían especialmente iluminantes en las circunstancias de la cultura contemporánea, como la centralidad de la caridad, la alegría de saberse hijos de Dios, el trabajo como lugar de santidad, el valor del pluralismo, la repercusión social de la vida del cristiano.
-¿No se han escrito ya suficientes biografías sobre el fundador del Opus Dei?, ¿por qué escribir una más?, ¿o tal vez no es propiamente una biografía?
-Como bien dice usted, no es una biografía sobre el fundador del Opus Dei, ni un estudio teológico, ni una recopilación de textos. He procurado recoger puntos esenciales de un mensaje que cambió la vida de muchas personas a lo largo de estas décadas y que, en mi opinión, contiene una potencialidad destinada a expandirse.
También quise relacionar ese mensaje con otros autores, especialmente con algunos clásicos de la literatura que tienen la capacidad de iluminar algunas de las cuestiones que nos afectan a todos. Son mensajes que atraviesan la historia y resultan actuales en el siglo XXI y en los futuros siglos. Por ejemplo, Gogol y Tolkien agradecían a Dios el haber hecho al ser humano partícipe de su poder creador; Kafka o Kierkegaard abordaron la relación de cada persona con su padre; Chesterton reflexiona sobre el amor hacia el mundo; Machado nos provoca sobre el verdadero amor. Como intento mostrar en el libro, el trabajo, el amor, la filiación o el mundo son temas sobre los que san Josemaría ofrece luces de gran importancia.
-¿Por qué el título del libro caracteriza a san Josemaría como el último romántico? La palabra romanticismo puede significar varias cosas, a veces tiene un sentido algo despectivo, como si un romántico fuera un soñador o un idealista. ¿Qué quiere decir con "El último romántico"?
-Él tenía un concepto muy elevado de la libertad humana. Algunas veces comentó que se consideraba un romántico, un continuador de aquellos románticos del siglo XIX que tanto lucharon por promover la libertad propia y ajena. En los años 60 del siglo pasado escribió una homilía sobre el valor humano y divino de la libertad en la que decía: "Amo la libertad de los demás, la vuestra, la del que pasa ahora mismo por la calle, porque si no la amara, no podría defender la mía. Pero esa no es la razón principal. La razón principal es que Cristo murió en la Cruz para darnos la libertad, para que nos quedáramos en la libertad y la gloria de los hijos de Dios".
-Josemaría fue definido por un gran filósofo actual como un hombre que amaba la libertad. ¿Le parece que es tan significativo este concepto en su personalidad? Por otro lado, la libertad es mirada como sospechosa en muchos ambientes cristianos, aun hoy. ¿Cómo se entiende esto?
-Sin duda, es un aspecto clave, central. San Josemaría consideraba que, en el orden natural, el mayor regalo que Dios hizo al ser humano era el habernos creado libres: correr el "riesgo" de nuestra libertad, para que pudiéramos corresponder libremente con nuestro amor a su amor infinito. Se podría decir que la libertad es condición de necesidad del amor. No es posible amar solo por obligación, aunque ciertamente las obligaciones también nos pueden ayudar a amar cuando no nos acompaña el sentimiento.
Al mismo tiempo, la visión de san Josemaría se distancia de quienes exigen la libertad para manejarse ellos y destruir a los otros, sujetarlos, pisarlos. En este sentido, a la palabra "romántico" añadía a veces el adjetivo "cristiano": el romántico cristiano es el que hace las cosas por amor, porque le da la gana amar, y ama la libertad de los demás.
-En estos momentos hay muchos cristianos abatidos por los episodios vividos en los últimos tiempos y hasta es posible que el escándalo aleje a algunos de la Iglesia. ¿Qué les diría a los que sienten desazón e incluso ganas de irse?
-Los pecados y delitos propios y ajenos siempre abaten y generan tristeza. En este contexto de dolor, nos ayuda pensar que la Iglesia no es solo el conjunto de los hombres y mujeres que a ella nos hemos incorporado (desde el último bautizado hasta los pastores) sino que, sobre todo, como explicaba san Josemaría, la Iglesia es "Cristo presente entre nosotros; Dios que viene hacia la humanidad para salvarla, llamándonos con su revelación, santificándonos con su gracia, sosteniéndonos con su ayuda constante, en los pequeños y en los grandes combates de la vida diaria".
Es decir que creemos ?como decía san Josemaría? "a pesar de los pesares", a pesar de los pecados o incluso delitos de cada miembro. Creemos por Cristo y en Cristo, no por la actuación más o menos brillante de unos u otros, aunque ciertamente la actitud ejemplar de los pastores y fieles en la Iglesia sea de gran ayuda para acercar a las personas a Cristo, y lo contrario suponga un obstáculo evidente.
La situación que usted describe ha de llevar a poner todos los medios para que estos delitos no vuelvan a cometerse y, al mismo tiempo, nos tiene que conducir a desagraviar por los pecados propios y ajenos, a rezar por la santidad de los pastores en la Iglesia, y a aceptar este momento de purificación como vía de inicio de una nueva conversión personal, que nos acerque más a la gracia de Dios, al sacramento del perdón, a un trato renovado con Jesús en la Eucaristía y a un servicio desinteresado hacia los demás, comenzando por las personas que tenemos más cerca.
-Usted dice que san Josemaría fue tildado de hereje, y algo similar pasó con otros santos que abrieron nuevos horizontes como fue su caso en la vida de la Iglesia. Pero ahora sucede al revés, pues frecuentemente en la prensa el Opus Dei es considerado una institución conservadora y poco amiga de los cambios en la Iglesia y en la sociedad. ¿Qué piensa de esto?
-Tiene razón: en pocos años algunos lamados progresistas pasaron a ser acusados de conservadores. En los años 60 teníamos el problema contrario: no pocos decían que el Opus Dei era una innovación peligrosa.
Aunque sea algo obvio, personas del Opus Dei, como todo el mundo, cometemos errores y tenemos defectos. Por ello, ante las críticas, provengan de donde fuere, es bueno el examen, para ver si están justificadas y, en ese caso, corregirse.
Al mismo tiempo, pienso que es bueno conocer la realidad de modo directo, sin llevarse por clichés. Mi experiencia es que mucha gente, al conocer a algunas personas o labores promovidas por la prelatura, modifican su percepción.
Esos cambios de percepción quizá ponen de relieve, también, los límites del lenguaje político aplicado a las realidades de tipo espiritual. En la Iglesia, conservar con fidelidad la fe recibida no hace a nadie "ultraconservador". Al mismo tiempo, progresar en la misión de extender la luz de Cristo, atentos a las características de cada momento, no los hace acreedores de la etiqueta de progresistas. Pienso que esa es la dinámica en la que deberíamos movernos los cristianos.
Por otro lado, la mayor parte de las personas del Opus Dei son padres o madres de familia, que deben cambiar pañales varias veces al día, conciliar su trabajo con la vida familiar, que conviven con personas de todas las creencias y modos de pensar, que están en las redes sociales y en los mismos escenarios que sus coetáneos. Son personas que no se plantean el cambio porque viven en el cambio: en su familia, en su lugar de trabajo, en su entretenimiento.
-¿Cómo se resuelve la ecuación verdad-misericordia? Algunos cristianos dicen que Francisco hace demasiado hincapié en el segundo término y se olvida del primero y creen que el Papa está aguando la fe, lo que los angustia. ¿Es tan así? ¿Por qué cree que ocurre esto? ¿Qué aconsejaría a esas personas?
-Les aconsejaría que leyeran directamente al Santo Padre, que lo siguieran directamente y se fijaran menos en quienes interpretan sus palabras o acciones. Que leyeran sus homilías, sus catequesis de los miércoles, sus palabras en los Ángelus del domingo, sus exhortaciones. Hoy, gracias a Dios y a las nuevas tecnologías, es muy fácil tener un hilo directo con el Papa, con lo que va diciendo, haciendo y escribiendo cada día. Cuando uno va a la fuente directa ve inmediatamente esa conexión entre verdad y misericordia, porque la verdad sin misericordia sería fanatismo, y la misericordia sin verdad, sería un falso "buenismo".+ (Roberto Bosca)