El Papa entregó los Premio Ratzinger 2018 a los galardonados de este año
- 17 de noviembre, 2018
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Ciudad del Vaticano
El papa Francisco participó hoy de la octava edición de la ceremonia de entrega de los Premio Ratzinger 2018, otorgados por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. La ceremonia tuvo lugar en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano y los galardonados que este año recibieron el Premio de manos del Santo Padre fueron: Marianne Schlosser, teóloga católica alemana, medievalista especializada en San Buenaventura, y Mario Botta, arquitecto suizo, constructor de numerosas iglesia y edificios sacros.
El papa Francisco participó hoy de la octava edición de la ceremonia de entrega de los Premio Ratzinger 2018, otorgados por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.
La ceremonia tuvo lugar en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano y los galardonados que este año recibieron el Premio de manos del Santo Padre fueron: Marianne Schlosser, teóloga católica alemana, medievalista especializada en San Buenaventura, profesora de Teología de la Espiritualidad en la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Viena desde 2004; y Mario Botta, arquitecto suizo, constructor de numerosas iglesias y edificios sacros.
Después de los saludos del padre Federico Lombardi SJ, presidente de la Fundación, el cardenal Angelo Amato SDB, prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos y miembro del Comité Científico de dicha Fundación, ilustró el perfil de los dos galardonados en esta edición. A continuación, el papa Francisco otorgó el premio a los ganadores.
Seguidamente el pontífice dirigió unas palabras en las que resaltó que "en el contexto de los grandes problemas de nuestro tiempo, la teología y el arte deben pues, seguir siendo animados y elevados por el poder del Espíritu, fuente de fuerza, alegría y esperanza".
Después de pedir a los presentes tener un saludo agradecido hacia el papa emérito, expresó: "Como admiradores de su patrimonio cultural y espiritual, ustedes han recibido la misión de cultivarlo y seguir haciéndolo fructificar, con ese espíritu fuertemente eclesial que ha distinguido a Joseph Ratzinger desde los tiempos de su fecunda actividad teológica juvenil, cuando ya dio frutos preciosos en el Concilio Vaticano II, y luego de manera cada vez más comprometedora en las sucesivas etapas de su larga vida de servicio, como profesor, arzobispo, jefe de dicasterio y, finalmente, pastor de la Iglesia universal".
"El suyo ?prosiguió- es un espíritu que mira con conciencia y con valor a los problemas de nuestro tiempo, y sabe cómo conseguir de la escucha de las Escrituras en la tradición viva de la Iglesia, la sabiduría necesaria para entablar un diálogo constructivo con la cultura actual. En esta línea, los aliento a continuar estudiando sus escritos, pero también a enfrentar los nuevos temas sobre los cuales la fe está invitada a dialogar, como aquellos que han sido evocados por ustedes y que considero muy actuales, el cuidado de la creación como casa común. Y la defensa de la dignidad de la persona humana.".
A continuación el Papa manifestó su especial agradecimiento a las dos personalidades que recibieron el Premio, expresando su complacencia porque el Premio de Investigación y Enseñanza de Teología haya sido otorgado a una mujer, la profesora Marianne Schlosser:
"No es la primera vez -porque la profesora Anne-Marie Pelletier ya lo ha recibido-, pero es muy importante que se reconozca cada vez más la contribución de las mujeres en el campo de la investigación teológica científica y de la enseñanza de la teología, consideradas durante mucho tiempo territorios casi exclusivos del clero. Es necesario que esta contribución sea estimulada y que encuentre un espacio más amplio, coherente con el crecimiento de la presencia femenina en los diferentes campos de responsabilidad de la vida de la Iglesia en particular, y no sólo en el campo cultural. Desde que Pablo VI proclamó a Teresa de Ávila y a Catalina de Siena doctoras de la Iglesia, no cabe duda de que las mujeres pueden alcanzar las cimas más altas en la inteligencia de la fe. Juan Pablo II y Benedicto XVI también lo han confirmado, incluyendo en la serie de doctores los nombres de otras mujeres, Santa Teresa de Lisieux y Hildegarda de Bingen".
Tras recordar que desde el año pasado la premiación se ha extendido al ámbito de las artes de inspiración cristiana, manifestó su felicitación al arquitecto Mario Botta, de reconocida fama mundial:
"A lo largo de la historia de la Iglesia, los edificios sagrados han sido una llamada concreta a Dios y a las dimensiones del espíritu allí donde el anuncio cristiano se ha difundido en el mundo; han expresado la fe de la comunidad creyente, la han acogido y han contribuido a dar forma e inspiración a su oración. El compromiso del arquitecto que creó el espacio sagrado en la ciudad de los hombres es, por tanto, de altísimo valor y debe ser reconocido y animado por la Iglesia, en particular cuando se arriesga el olvido de la dimensión espiritual y la deshumanización de los espacios urbanos".
Tras sintetizar el valor del arte y la teología en el contexto de los problemas de nuestro tiempo, Francisco concluyó recordando las palabras del papa emérito sobre la esperanza, con ocasión de su visita a Bagnoregio, patria de San Buenaventura, "un gran teólogo y santo especialmente querido por él y bien conocido por la nuestra galardonada profesora Schlosser", explicó el pontífice. Benedicto XVI se expresaba así: "Una bella imagen de la esperanza la encontramos en una de sus predicaciones de Adviento, donde compara el movimiento de la esperanza con el vuelo del ave, que despliega sus alas lo más ampliamente posible y para moverlas emplea todas sus fuerzas. En cierto sentido toda ella se hace movimiento para elevarse y volar. Esperar es volar, dice san Buenaventura. Pero la esperanza exige que todos nuestros miembros se pongan en movimiento y se proyecten hacia la verdadera altura de nuestro ser, hacia las promesas de Dios. Quien espera ?afirma? ?debe levantar la cabeza, dirigiendo a lo alto sus pensamientos, a la altura de nuestra existencia, o sea, hacia Dios? (Sermo XVI, Dominica I Adv., Opera omnia, IX, 40a).)" (Discurso en Bagnoregio, 6 de septiembre de 2009).
"Doy las gracias a los teólogos y los arquitectos que nos ayudan a levantar la cabeza y dirigir nuestros pensamientos hacia Dios. Felicitaciones a todos por su noble trabajo, para que esté siempre orientado hacia este fin", concluyó Francisco.