El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Martorell, compartió sus reflexiones sobre el Evangelio. Con el título "El Señor es nuestro auxilio y defensa", animó a entregarnos a Su misericordia "sirviendo a los demás en el amor y el desinterés".
El obispo de Puerto Iguazú,
monseñor Marcelo Martorell, reflexionó sobre la liturgia del domingo que se centró en el misterio de la Pasión y la Muerte de Jesús. "Dios Padre en su amor por la humanidad y con el deseo de salvarla, y de salvar a todos los que acepten ser salvados, enviará a su Hijo muy querido a la muerte pasando por los horrores de la Pasión, muerte que aparentemente es un fracaso, pero que terminará con la Resurrección", y recordó que seguir a Jesús supone la exigencia de sufrir y hasta de morir por Él, y para hacerlo habrán tenido que abandonar toda pretensión de primacía", reflexionó.
"Las seducciones del mundo de ayer y de hoy, las mezquindades del hombre compitiendo a través del orgullo por los primeros puestos y utilizando todo tipo descarado de ambición, por el afán del triunfo y honor sobre los otros; no tienen lugar en el Reino de los Cielos. Se comporta no como un cristiano sino como un pagano. Y el Señor les da una lección: ?El que quiera ser grande, sea servidor de todos y el que quiera ser el primero sea esclavo de todos?", destacó.
"El cristiano deberá no tanto sobresalir sobre los demás, sino obrar desapareciendo, haciéndose servidor de todos. Ostentar y estar siempre en los primeros puestos no es digno de los discípulos del Señor. El Señor ha venido a servir y a dar su vida por los demás. Así pues será discípulo quien sea capaz de servir llevando la cruz por si mismo y por otros, sufriendo para expiar las propias culpas, ofreciéndose junto a Jesús ?en rescate por los hermanos?", afirmó.
"El autor de la carta a los Hebreos nos recuerda que tenemos en Jesús ?un sumo sacerdote grande?, quien habiéndose hecho en todo semejante a los hombres- menos en el pecado- sufrió por ellos y tembló frente a la muerte, por eso está sentado a la derecha del Padre e intercede por nosotros", explicó monseñor Martorell.
Finalmente, animó: "Entreguémonos entonces a la misericordia del Señor, para alcanzar su gracia, sirviendo a los demás en el amor y el desinterés, y ciertamente alcanzaremos la gloria y estaremos junto al Señor, siendo misericordiosos como lo es Él, sabiéndonos discípulos y misioneros de su Palabra de vida, sin mezquindades ni soberbia, con humildad y frescura dentro de un mundo mezquino e impiadoso, lleno de exclusiones y de descartes? así mereceremos tal vez lo que pidieron los Zebedeo, estar junto al trono del Señor", concluyó.+