El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Eduardo Lozano, aseguró que es "mucho" lo que hay que agradecerles a las madres en su día, "ante todo, el don de la vida, regalo de Dios en el vientre materno, que va creciendo hasta dar a luz" y manifestó que desde la concepción hay "dos cualidades, o mejor, dos dimensiones del amor" que destacar de ellas: la ternura y el cuidado.
El arzobispo de San Juan de Cuyo,
monseñor Jorge Eduardo Lozano, aseguró que es "mucho" lo que hay que agradecerles a las madres en su día, "ante todo, el don de la vida, regalo de Dios en el vientre materno, que va creciendo hasta dar a luz".
El prelado expresó que "desde ese momento de la concepción hay dos cualidades, o mejor, dos dimensiones del amor" que destacar: la ternura y el cuidado.
"La ternura con que acaricia la panza y a través de esos pocos y delgados centímetros o milímetros a su bebé. Una vez producido el parto (¡qué hermoso que se lo denomine con "dar a luz"!) esa caricia es también piel a piel en la mejilla, en el amamantar, en las miradas, sonrisas, canciones? Ayudar a dar los primeros pasos, a hablar? estímulos necesarios para crecer. La ternura hace referencia a la intimidad", graficó.
"Y hace falta también el cuidado de la vida frágil y pequeña. Por un lado la salud (vacunas, controles), la educación? Pero además, reconociendo que estamos en una sociedad agresiva, es necesario también resguardar a los niños de las amenazas de la violencia, el individualismo, el aislamiento, el consumismo, que lamentablemente se "respira" en el ambiente", agregó.
El arzobispo sanjuanino lamentó que "no todo es luminoso para este día de las mamás", al advertir: "Más de la mitad de los niños nacen en hogares que están bajo la línea de pobreza, provocando grandes sufrimientos a sus mamás, y la experiencia del abandono y la exclusión".
"El dolor atraviesa el corazón cuando no se puede alimentar a los hijos en casa y hay que mandarlos al comedor, cuando los acuesta habiendo cenado una taza de mate cocido y un pedazo de pan, cuando ir al médico implica esperas prolongadas, viajes caros e incómodos, y luego no conseguir la medicación adecuada", ejemplificó.
"Las mamás en la pobreza cobijan junto a sus hijos, sufrimientos amargos en el corazón. Tal vez también el abandono, cuando no el maltrato, del papá de la criatura y muchas veces de la misma sociedad que la rodea", añadió.
Monseñor Lozano valoró que desde el pueblo surjan "respuestas que, aunque pequeñas ante lo grande del desafío, son testimonio de no quedar de brazos cruzados ante el espanto" y citó, entre otras iniciativas, los Hogares del Abrazo Maternal que comenzaron a abrirse en las villas de emergencia del área metropolitana de Buenos Aires y la tarea de los centros Grávida que acompañan a las mamás embarazadas en riesgo.+