Nuestra Señora de la Merced
MALFA, Carlos Humberto - Homilías - Homilía de monseñor Carlos H. Malfa, obispo de Chascomús en la Fiesta Patronal de Nuestra Señora de la Merced (24 de septiembre de 2020)
Queridos hermanos y hermanas:
¡Feliz Fiesta de Nuestra Señora de la Merced! Sí, feliz fiesta aún en este tiempo de incertidumbre que vivimos a causa de esta “tormenta inesperada y furiosa” como llama el Papa Francisco a la pandemia del COVID-19.
“Madre, ayúdanos en esta hora” es nuestra súplica confiada a la Virgen de Misericordia para que interceda ante el Señor, que nunca abandona a su pueblo, y libere de todos los males de esta pandemia a nuestra patria y a toda la gran familia humana.
El evangelio de Juan recién proclamado nos hace peregrinar espiritualmente al Calvario y allí nos encontrarnos con Jesús y con María (Cf. Jn. 19, 25-27).
En el acto de mayor entrega por amor que conoce la historia de la humanidad vemos a Jesús que en la cruz ocupa el último lugar en el mundo y desde esa humildad nos redime. Aprendemos así para nuestra vida a hacer con humildad todo lo que nos es posible por el bien de los hermanos y con humildad también dejar a Dios que haga lo Suyo, haciendo nuestras las palabras de Jesús: “somos simples servidores” (Lc. 17, 10)… solo por gracia, instrumentos en Sus manos.
Desde la cruz Jesús nos deja lo mejor que tenía: “Aquí tienes a tu Madre”. Y María, que se mantiene fuerte y serena junto a la cruz de su Hijo, se pone así inequívocamente del lado del Bien. Esta enseñanza recogemos: como María, estar siempre del lado del bien.
A Nuestra Señora de la Merced le pedimos nos ayude también a los argentinos a encarnar en nuestra vida personal, social e institucional la luminosa enseñanza del Santo Padre Francisco: “estamos todos en la misma barca...llamados a remar juntos...nadie se salva solo” (Homilía en la bendición Urbi et Orbi, 27 de marzo de 2020).
Necesitamos la brújula del bien común y la actitud de la esperanza.
El bien común que señala un norte que hace posible el desarrollo humano integral que exige la dignidad humana de todos y de cada uno, abrazando una nueva solidaridad que nos lleve a superar las desigualdades y a reparar las injusticias que amenazan la salud social y evitando nos golpee el virus todavía peor del “egoísmo indiferente” y de la “corrupción que mata” desarrollando los anticuerpos de la honestidad y la justicia.
Jesús nos sigue entregando la regla de oro de la moral universal: “hagan por los demás lo que quieren que los demás hagan por ustedes” (Mt. 7, 12; Lc. 6, 31).
En medio de este dolor e incertidumbre, capaces de escuchar la angustia social, sintámonos llamados a sembrar y contagiar para animarnos a construir el futuro, con la fuerza, el realismo y la creatividad de la esperanza.
San Agustín decía que la esperanza tiene dos maravillosos hijos: la indignación y el coraje. La indignación para rechazar las cosas tal como están, y el coraje para cambiarlas.
“Madre, ayúdanos en esta hora”, que los argentinos y argentinas nos sintamos miembros de una única familia humana, habitantes de una casa común trabajando unidos por una Patria de hermanos. Amén.
Mons. Carlos H. Malfa, obispo de Chascomús
Chascomús, 24 de septiembre de 2020