Aniversario de la beatificación de Mamerto Esquiú
URBANC, Luis - Homilías - Homilía de monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca, en el segundo aniversario de la beatificación de Fray Mamerto Esquiú (Parroquia San José, Piedras Blancas, 4 de septiembre de 2023)
Queridos devotos y peregrinos:
En este primer día del triduo de acción de gracias por la protección que recibimos a diario de la Virgen del Valle se nos propuso meditar la primera línea de acción pastoral que consiste en que seamos comunidades abiertas y acogedoras que escuchan y dialogan, que, a su vez, constituye la primera unidad pastoral junto con otras dos líneas de acción que nos invitan a ser comunidades que animan y atienden las necesidades pastorales de la gente y que articulan y planifican la tarea pastoral, asumiendo, con las otras dos unidades, la décima línea que procura que todas las comunidades rechacen la violencia y sean constructoras de la paz.
Hoy nos encontramos en este solar de la Iglesia de San José frente a la casa donde nació, creció y se educó fray Mamerto Esquiú, en el segundo aniversario de la entrañable ceremonia de su beatificación. Por eso los invito a expresar nuestro gozo y gratitud con las palabras del salmista: “Canten al Señor un cántico nuevo, cante al Señor, toda la tierra. Cuenten a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones” (Sal 96,1.3).
Nuestro Beato ha sido un devoto y fiel hijo de la Virgen del Valle, reconociendo en Ella a su madre protectora en los avatares de su vida familiar, política y religiosa. Hermoso ejemplo a imitar y difundir.
Acabamos de peregrinar con la imagen de la Morena Virgen del Valle desde su santuario, que la culminamos con la procesión en compañía de la imagen del Beato Mamerto de la Ascensión Esquiú. Que esto nos ayude a tomar conciencia que somos peregrinos por esta tierra que se nos confía como don y tarea, con la certeza de que nuestra morada definitiva y real es la Vida Eterna, junto al Buen Dios, Uno y Trino, en comunión con todos los bienaventurados, ángeles y santos.
Qué hermosa exhortación nos hace la Palabra de Dios cuando nos está invitando a que nos “comportemos de una manera digna de la vocación que hemos recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, soportándonos mutuamente por amor, y tratando de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef 4,1-3). En esto empeñó su vida el Beato Mamerto. Para instrumentarlo se valió de cuanto de legítimo tenía a su alcance. Por eso, hasta incursionó en el servicio de la política y la prensa, sin jamás perder de vista los valores recibidos en el Bautismo, que regían todo su accionar, sentir y pensar. Aquí tenemos un ejemplo de que sí se puede, más aún, para un cristiano es el único camino. Todo con Dios, nada sin Él. Y la Madre celestial es imprescindible que esté, pues nos ayuda en nuestras flaquezas y fracasos a ser perseverantes y a no perder la esperanza y la alegría de servir a la salvación de la gente, para que todos “formemos un solo Cuerpo en un mismo Espíritu de acuerdo con el llamado que Dios nos ha hecho de ser santos e irreprochables ante Él por el amor (cf. Ef 4,4; 1,4), hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef 4,13).
Desde hace 2 años nos hemos embarcado en la tarea de devolverle a nuestra Iglesia diocesana su impronta sinodal. Para lograrlo vamos realizando nuestras actividades en clave sinodal, es decir, a pensar juntos, escuchar juntos, planificar juntos, llevar a cabo las acciones juntos y evaluar juntos, ya que a caminar se aprende caminando; a nadar, nadando; a leer, leyendo, a amar, amando y a perdonar, perdonando.
De esta manera, lograremos superar un defecto ínsito a nuestra frágil naturaleza humana: la de considerarnos que unos somos más grandes o importantes que otros, lo cual genera todos los problemas en nuestras relaciones interpersonales e institucionales.
Es lo que acabamos de oír en el texto del Evangelio: “surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo: Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor… Yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22,24-27).
Tanto la vida de la Virgen María, como la del Beato Mamerto Esquiú nos orientan en el modo como debemos encarar nuestra vida personal, familiar, social y eclesial. No malogremos esta gracia que Dios nos da.
Para concluir, los invito a que recemos en presencia de nuestra Madre del Valle y del Beato Mamerto Esquiú la oración que venimos haciendo para profundizar y enraizar el camino sinodal en la vida de todas las comunidades diocesanas:
Estamos ante ti, Espíritu Santo, transitando como Iglesia este tiempo de profunda sinodalidad.
Hemos vivido nuestra Asamblea Diocesana con mucha alegría, como una experiencia de comunión, participación y misión, y con tu asistencia, en un clima de discernimiento, para escuchar tu voluntad en el camino de los próximos años.
Que las líneas pastorales que hemos asumido nos ayuden a ser:
- Una comunidad abierta y acogedora, que escucha y dialoga.
- Una comunidad que anima y atiende las necesidades de su pueblo.
- Una comunidad que acoge y acompaña a la familia y a la juventud.
- Una comunidad comprometida con los pobres y necesitados.
- Una comunidad que Evangeliza con una Catequesis kerigmática y en salida.
- Una comunidad sensible y al servicio del hermano en situación vulnerable.
- Una comunidad que promueve el protagonismo alegre de los jóvenes.
- Una comunidad atenta e involucrada en las problemáticas sociales.
- Una comunidad organizada que articula y planifica la tarea pastoral.
- Una comunidad que rechaza la violencia y busca construir la paz.
Que en este caminar con estilo sinodal nos sintamos acompañados por nuestra Madre del Valle y el Beato Mamerto Esquiú, intercesores de nuestra querida Diócesis.
Esto te lo pedimos a Ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén
Mons. Luis Urbanc, obispo de Catamarca