Aniversario de la dedicación de la catedral San Rafael Arcángel
FERNÁNDEZ, Luis Alberto - Homilías - Homilía de monseñor Luis Fernández, obispo de Rafaela en el aniversario de la dedicación de la iglesia catedral (San Rafael, 24 de octubre de 2022)
El Día de la Dedicación de esta Iglesia Catedral “San Rafael Arcángel”, y el Día de la Ciudad de Rafaela, nos ponen ante una “Celebración muy especial”, ya que la tierra se une con el cielo, donde la presencia de lo Trascendente del mismo Dios, se unen con lo humano, es lo que al hacer memoria fue la realidad de los orígenes Rafaelinos, donde todo pasa como es la vida ante la realidad de tiempos nuevos, con desafíos de posibilidades que se abrían para la vida capaz siempre de crear vínculos que hacen “comunión y encuentros fraternos” frente al sacrificio de todo lo que comienza, donde los nombres del Arcángel San Rafael y el de Rafaela, se entrelazaron para siempre, algo tan propio profundo del Cristianismo, ya que hacía dos mil años Jesucristo el Hijo de Dios, se hizo hombre en el vientre purísimo de La Virgen María, también en un “caserío de pocos ranchos”, sacrificio, sencillez y esperanza, y mirada serena ante el futuro.
Nos unimos a la Palabra de Dios, recién proclamada en la Primera Lectura, donde el Profeta Jeremías, que junto al Pueblo pasaba por momentos duros y difíciles, hasta exponer la propia vida, con un final de fracaso y angustiante, Dios lo invito a gritar jubiloso, a aclamar con el resto de las naciones, a hacerse oír, porque Dios no abandona a su Pueblo, que la salvación llega, para quienes no pierden la confianza, y caminan como un “resto” pero unidos, porque la vocación de Dios es convocar a su Pueblo desde los extremos de la tierra. Y proclamaba el texto Bíblico, son los
que habían partido llorando, pero Dios los llena ahora de consuelo, conduciéndolos a aguas tranquilas por un camino llano, donde no tropezaran, porque Dios es un Padre y su Pueblo su Primogénito.
Es decir que Dios se acerca a su Pueblo para cambiar la suerte, por eso no hay que dejar de soñar y de esperar siempre en la vida, como el Arcángel Rafael, ayudo para recuperar la salud de Tobías. Recuperar la alegría, luego de estos tiempos difíciles del Covid, así como dificultades económicas y sociales en el país y, en medio de guerras en el mundo. Decía el Salmo: Que Dios hace grandes cosas, es de ahí que renace la alegría, cuando ponemos lo mejor de nosotros mismos confiando en la ayuda de Dios, “porque los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones”.
Cuando La Segunda Lectura nos hablaba de un “Templo y de los sacerdotes” al servicio de Dios y de los hombres, nos llevan a pensar en la interrelación de la vida, con las motivaciones más profundas del alma humana que se abre a lo trascendente, y por eso la venida de Cristo como “Sumo sacerdote” a esta tierra, fue para intervenir en favor de los hombres, ya que tomo sobre si nuestros dolores y pecados, asumiendo, la fatiga, el esfuerzo y el trabajo que es la vida, de cada mujer y hombre, en el campo y en la ciudad, llevando adelante una familia, donde los hijos son cuidados y amados, y desde los distintos oficios y múltiples trabajos que debieran posibilitar, una casa, un techo digno, así como el acercar con dignidad el pan ganado con el esfuerzo, en esta tierra Bendita del pan, para que todos puedan tener educación, salud.
Sabemos que el egoísmo encierra posibilitando toda clase de “maldades y pecado”, es lo que motivo al mismo Hijo de Dios, a dar su Vida en La Cruz por nuestros pecados, salvándonos con su Vida Nueva, traída en la resurrección.
El Pueblo que se vuelve a encontrar en esta Solemnidad de la Dedicación de este Templo del “Arcángel Rafael”, en el Día de Rafaela, es un Signo viviente para reconocer, aún como Pueblo Sacerdotal, la vulnerabilidad de sus pecados, pero confiado en que El Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, ha tomado sobre si los dolores y pecados de toda la humanidad, para empezar cada día, algo totalmente Nuevo y Pascual, que llena de fe, esperanza y caridad, La Fiesta del Aniversario.
Hoy nosotros también como el “mendigo ciego del Evangelio”, estamos sentados junto al camino de la vida, sabemos que Jesús no deja de pasar en medio de nosotros, por eso no temamos de gritarle una vez más: “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí”, porque como dice la oración por la Patria, muchas veces nos sentimos, heridos y agobiados, sin fuerzas y cansados, muchas veces desorientados y sin ganas de continuar, y con algunos como en el evangelio, queriendo hacer callar tanto dolor y tristeza, pero cuando el que pasa es Jesús, que no discrimina ni excluye a nadie, Él se detiene, el mundo parece no andar, cuando se deja de lado a Dios, por eso como recién en el evangelio, también hay muchos, que ayudan y dan una mano y no dejan de animar y caminar junto al que sufre.
Hermanos, demos como Ciudad, un salto cualitativo como el del ciego que fue hacia Jesús, hacia lo Trascendente, y en el diálogo con El, le pidió ver.
También a nosotros, nos ayude Jesús, ante tanta oscuridad, poder ver y vivir no solo con dignidad de Ser humano, sino también le rogamos, no perder la fe, para caminar juntos como hermanos, escucharnos con respeto, abriéndonos a ese mundo nuevo, de la fraternidad, de la convivencia con una participación donde todos tengan posibilidad de amar y sentirse amados.
Se lo pedimos a la Virgen de Guadalupe y a San Rafael Arcángel. Amén
Mons. Luis Fernández, obispo de Rafaela